“La terapia Gestalt no es un conjunto de técnicas sino la transmisión de una actitud, una forma de estar en la vida “.
Claudio Naranjo
La terapia Gestalt es una propuesta de vida. La terapia Gestalt a veces ha sido considerada por definición más que una teoría de la persona o un conjunto de técnicas, un estilo de vida, una actitud ante la vida, ante uno mismo, ante los demás, ante los hechos, ante lo fácil y lo difícil, aunque a medida que se ha ido desarrollando, estilo de vida, teoría y técnica conviven con más armonía. La teoría y la técnica deben aportar más conciencia, presencia y responsabilidad a nuestras vidas para facilitar la manera de gestionar nuestras experiencias en el día a día, priorizando la práctica.
Por otra parte, la propuesta vital de la Psicología Gestalt es aportar a la persona una vida con más conciencia y contacto consigo misma, a nivel cognitivo, emocional y corporal, para acceder a una mayor coherencia y transparencia consigo misma y con los demás, lo cual lleva a una mayor autenticidad, vinculada a un mayor autoapoyo. La invitación es adoptar, cada uno a su manera, una actitud gestáltica, que consiste en abrirse a la experiencia y gestionar lo que le sucede, sea fácil o difícil, agradable o desagradable, placentero o doloroso. ¿Y para qué? Es sencillo: para poder vivir una vida más plena y vivir más y mejor.

¿Cómo se aplica la Terapia Gestalt?¿Con qué aspectos de la persona se trabaja durante el proceso terapéutico?
Para llegar a esta autogestión, la teoría Gestalt considera importantes los siguientes aspectos necesarios en la terapia:
- Ampliar la imagen que tenemos de nosotros mismos, no limitarnos a ser dos o tres cosas (inteligentes, sensibles y bondadosos), ampliarnos a sentir y ser otras partes de nosotros mismos que también pueden ser útiles, sin rechazar partes nuestras que también son dignas; por ejemplo, igual que nuestra parte estúpida puede ser útil ante alguien que nos está intimidando, nuestra agresividad nos permite defendernos, o nuestra parte vulnerable nos posibilita disfrutar de la intimidad con alguien. Dejar de dividir lo que somos entre bueno o malo nos permite ser completos y tratarnos con dignidad, tratar por igual lo que nos gusta o disgusta de nosotros, lo que tiene derecho a ser por el simple hecho que es.
- Para vivir más y mejor es necesario escucharnos, escuchar qué necesitamos, qué nos mueve o conmueve, qué nos adormece, qué nos resulta tóxico o nutricio, qué nos pasa con el otro o los otros. Y después de toda toma de conciencia, el segundo paso es reconocer cómo vivimos lo que vivimos y gestionar lo que nos sucede. «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos», dice Eduardo Galeano. Por ejemplo, si nos damos cuenta de que sentimos algo por alguien, accionar y encarnarlo en nuestra realidad y después ya veremos qué hacemos con lo que suceda. En cualquier caso, recordando a Jorge Bucay: «no puedes elegir tus atracciones, pero sí qué hacer con ellas». No podemos elegir lo que sentimos, pero sí lo que hacemos con ello. Y en la escucha se valoran tres niveles del organismo: el cuerpo, las emociones y el pensamiento.
- Tomar conciencia de nuestro cuerpo y usarlo como brújula en la vida: el organismo es una poderosa fuente de información; no es el enemigo, es la casa en la que vivimos, el navío con que transitamos por el día a día, con nuestras facilidades y nuestras dificultades, una brújula o GPS para movernos en la vida. Todo ello es debido a que:
- El cuerpo nos permite localizar y sentir nuestras emociones y, desde esa conciencia, poder gestionar lo que nos sucede.
- El cuerpo nos conecta a los sentidos y, desde ahí, al presente de lo que percibimos, a la realidad espacio-temporal
- El cuerpo nos permite distinguir lo agradable de lo desagradable, lo que nos alimenta de lo que nos desnutre.
- El cuerpo nos conecta con el placer y el dolor, y nos permite distinguir qué estímulos nos resultan nutricios o nocivos.
Es difícil que tengamos una buena vida si no nos reconciliamos con nuestro cuerpo y le damos espacio en nuestra vida, con su capacidad de conectarnos al disfrute, al placer y al dolor y de avisarnos de que algo va mal. Su guía nos aleja o nos acerca a personas u objetos, nos permite valorar al otro y a nosotros mismos, identificar lo que nos gusta y lo que nos disgusta, lo que nos molesta y lo que nos apetece, nuestro espacio vital y un largo etcétera. Lo obvio es que el cuerpo nos acompaña cual sombra de lo que somos, y no hay sombra sin persona, ni persona sin cuerpo.

· Vivir lo emocional no es simplemente permitirnos vivir una o dos emociones, es abrirnos a sentir, vivir y gestionar nuestro enfado, nuestra alegría, nuestra tristeza, nuestro miedo, nuestra serenidad… En la gestión de la emoción, una vez reconocida y aceptada, podemos saber qué necesitamos, decidir conscientemente que hacemos con ella y cómo la expresamos o la vivimos con nosotros mismos o con los demás. Por ejemplo, si estamos enfadados con alguien, primero reconocemos el enfado (lo sentimos como una bola caliente en el estómago), después lo sostenemos (aceptar lo que sentimos sin hacerlo más grande de lo que es o sin pretender minimizarlo quitándole importancia, darle el espacio y el tiempo que necesita) y, finalmente, llega el momento de la acción: ante ese enfado, ¿qué necesitamos? (podría ser, por ejemplo, expresar lo que nos pasa o callárnoslo). Entonces, una vez hemos tomado conciencia de esa necesidad decidimos cómo llevarla a cabo, dónde y cuándo, hasta qué punto defenderemos ese enfado, etcétera. La buena gestión de la emoción nos permite completar el proceso, nutrirnos de lo experimentado, completar nuestro ciclo de necesidad y reequilibrarnos a nivel interno y con el entorno.
Revisar estas creencias nos permite vivir con más libertad y oxígeno sin desear encajar lo que vivimos a nuestros modelos y podemos dejar de limitar nuestras experiencias a nuestras exigencias, dejar de ser comprobadores que solo valoramos lo que encaja en nuestras hipótesis para poder ser descubridores de la verdad que se asoma.
Se trata de ver sin esperar. Y ver lo obvio requiere renunciar en lo posible a nuestras expectativas o preferencias. Ninguna experiencia o persona vino al mundo a cumplir otras expectativas; otra cosa es que a veces todo encaje como en un puzzle sideral.
¿Cuáles son los principios básicos de la terapia Gestalt?
La terapia Gestalt busca aportar al individuo una vida más plena, con más sentido, y aumentar su tono vital y su conciencia. Para ello se sirve de tres principios básicos, claros y obvios, que nos facilitan una toma de conciencia que nos permite vivir más y mejor. Estos tres principios básicos son la pista de despegue de la propuesta gestáltica. Esta triada de formas de estar en el mundo, en la realidad, constituye la actitud esencial de la terapia Gestalt

Presencia:
Estar en el presente, en nosotros. Se valora estar en lo presente más que en lo ausente, en lo que hay y no en lo que falta: «aquí» y «ahora» versus «allí» y «entonces».
“La habilidad de estar en el momento presente es el mayor componente de la salud mental.”
ABRAHAM MASLOW
Esta habilidad se va entrenando, no se trata de estar en el presente todo el tiempo. Estar atentos al presente facilita el hecho de estar en contacto con nosotros mismos y con el contexto, focalizando nuestra energía y nuestro rendimiento y disfrute. Una forma de acceder al presente es la respiración y la conexión con el cuerpo, que siempre está en el presente.
Conciencia:
Una apreciación del darse cuenta, del estar consciente. Se valora la atención a lo que vivimos y a la aceptación. La conciencia necesita del contacto con lo interno y lo externo; este contacto con lo que vivimos despierta nuestros sentidos y nuestras capacidades, nos permite reconocernos y ver quién somos: contactar con nuestros pies nos permite ser más conscientes de ellos.
“Vivir con atención en el presente, más que en el pasado o en el futuro, constituye por sí mismo algo bueno, algo que lleva al desarrollo psicológico.”
FRITZ PERLS
Responsabilidad:
De lo que hacemos o no hacemos, nuestra implicación en nuestra vida. Se valora el responsabilizarse de lo propio, de lo que nos pertenece, sean pensamientos, emociones, impulsos, sensaciones, fantasías… Son nuestros, no del vecino.
“La responsabilidad no es un deber sino un hecho inevitable. Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras.”
CLAUDIO NARANJO
Estos tres principios son vasos comunicantes que se retroalimentan; así, estar en el aquí y ahora nos facilita estar presentes y concientes de nuestras acciones internas (respirar nuestro enfado antes de llamar a alguien) o externas (hablar con el vecino) y, asimismo, ser responsables de nuestra vida nos facilita el estar atentos al aquí y ahora, despertarnos o abrirnos a lo que sucede dentro y fuera de nosotros.
Se trata de vivir en una actitud que da más espacio a lo vital y lo espontáneo, que facilita captar la vida que hay en nuestro interior, en los demás o en el entorno: poder oler el aroma de un lugar, poder mirar a los ojos del otro, hablar mirando, sentir el placer de caminar descalzo, poder frenar la gestión mecánica de nuestra agenda…, es decir, poder alejarnos de un funcionamiento automático.
Estos principios favorecen nuestra toma de conciencia respecto a lo que es o no es importante en nuestra vida, lo que nos duele o nos da placer, lo que queremos o no queremos en nuestra vida, y respecto a cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con el otro y en sociedad, a lo que hacemos o dejamos de hacer con lo que nos resulta importante, a lo que nos motiva. También nos facilitan llevar el timón de nuestra propia vida y responsabilizarnos de esta; este es el factor existencial de la Gestalt: tenemos solo una vida, a ver qué hacemos con ella. Como dijo Suzy Stroke en un taller al cual asistí hace ya un tiempo: «Se nace con dos certezas: la primera es que moriremos, la segunda es que no sabemos cuándo».
La toma de conciencia posibilita el darse cuenta de lo que vivimos a nivel emocional, corporal y de pensamiento. Esta facultad que se da en el presente requiere atención y focalización de lo que vivimos y cómo lo vivimos. Sin foco, la conciencia es difusa y la experiencia es más parcial.
“La terapia gestáltica se distingue más por lo que evita hacer que por lo que hace. Sostiene que basta con estar conscientes; que para que se produzca un cambio no se necesita nada más que presencia, estar consciente y responsabilidad.”
CLAUDIO NARANJO
“La explicación de la experiencia no reemplaza a la experiencia.”
HUMBERTO MATURANA
Estar atentos a lo que vivimos, a cómo y dónde lo vivimos, y detectar qué persona o estímulo nos resulta importante, ya es un paso de gigante hacia nuestro autorrespeto y hacia el respeto a la vida. Nos permite ubicarnos en nuestro camino de vida y no desconectarnos de qué somos, quiénes somos y qué hacemos con lo que tenemos y con lo que no tenemos. En esta línea de respeto, la Gestalt, más que un intento de efectuar cambios sin escucharnos, implica aceptarnos tal y como somos más que desear ser de una determinada forma. La gimnasia y la musculación a desarrollar implica aprender a convivir con lo que vivimos, con lo que reconocemos de nosotros mismos y, desde este autorreconocimiento, poder responsabilizarnos de nuestra gestión de lo que nos sucede sin desear encajar en modelos de cómo hay que ser en la vida.
“Sé cómo tú eres, de manera que puedas ver quién eres y cómo eres. Deja por unos momentos lo que debes hacer y descubre lo que realmente haces. Arriesga un poco si puedes. Siente tus propios sentimientos. Di tus propias palabras. Piensa tus propios pensamientos. Sé tu propio ser. Descubre. Deja que el plan para ti surja dentro de ti.”
FRITZ PERLS
Un viejo indio hablaba con su nieto:
“–Me siento como si hubiera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los lobos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión.
-Abuelo, ¿y cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón? –preguntó el nieto.
– Aquel que yo alimente -contestó el abuelo.”